Hay algo que arlito no puede controlar, que le viene desde dentro con toda la fuerza.
Algunas se dan vuelta pero todas todas todas sonríen.
dolfinalandia
Hay algo que arlito no puede controlar, que le viene desde dentro con toda la fuerza.
Algunas se dan vuelta pero todas todas todas sonríen.
Levantando su décima bolsa de cemento de 50 quilos. Mira de reojo a la calle y la ve pasar velozmente en bicicleta y le grita.
“¡tu camino es mi camino!”
Una señora entrada en años pero bien conservada sale a correr y cruza por en frente de una construcción, de fondo un grito de Arlito:
“¡señora!, como me gustaría faltarle el respeto.”
Sudado a más no poder Arlito clava la pala en el jardín, todavía le quedan
“¡pareces un rayito de sol, con esa remera amarilla!”